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CARLOS MARÍA GÓMEZ: «ES MUY IMPORTANTE ESTUDIAR EL CEREBRO, NO SÓLO LOS GENES, PARA PREDECIR PATOLOGÍAS»


12 de julio de 2012

Fuente: Universidad Pablo de Olavide (UPO).

 

El profesor del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Sevilla Carlos María Gómez.El profesor del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Sevilla Carlos María Gómez asegura que es muy importante estudiar el cerebro para predecir determinadas patologías, porque en los últimos tiempos se ha centrado mucho este análisis en la Genética. “Es verdad que ciertos genes son fundamentales para adentrarnos en el cerebro, pero las distintas formas del mismo interaccionan. Posiblemente no basta con mirar a los genes para predecir una patología, sino que hay que mirar al cerebro, que es la causa primaria de la conducta. En este sentido, se han generado muchas expectativas”.

Gómez ha realizado estas declaraciones durante el curso de verano Seminario científico sobre el análisis computacional del electroencefalograma humano, que se está celebrando en las dependencias del Centro de la Universidad Pablo de Olavide en Carmona y del que es coordinador.

 

Según este experto, la función del cerebro sólo se entiende por su actividad eléctrica porque las neuronas, que constituyen sus células fundamentales, se comunican entre ellas a través de impulsos eléctricos. De estas células hay miles de millones en el cerebro y esa actividad que generan se puede observar con electrodos desde el exterior a través del electroencefalograma. Por lo tanto, la conducta, tanto normal como patológica, y el pensamiento, tienen una relación directa con el funcionamiento del cerebro y, en especial, con el de la actividad eléctrica del mismo.

 

“Intentamos entender cuál es la relación entre la actividad eléctrica del cerebro o la conducta y la cognición, tanto en la forma normal de procesar la información como en la alterada, como ocurre en multitud de patologías. Por ejemplo, en la depresión, donde se procesa la parte negativa de la información; en la esquizofrenia, en la que el enfermo tiene una sensación irreal del mundo o en otros trastornos que tienen que ver más con la conducta, como el del déficit de atención, con o sin hiperactividad, que da lugar a multitud de problemas escolares, de atención del niño… Toda la conducta, normal o patológica, es susceptible de ser estudiado con este tipo de técnicas”, ha explicado Carlos Gómez.

 

Sin embargo, el problema estriba en que el electroencefalograma es una señal muy débil y para conseguir información útil del mismo es complicado, por lo tanto, lo que se ha venido desarrollando en este campo científico en los últimos 50 años es una enorme cantidad de técnicas matemáticas, implementadas en computadores, para extraer datos de la conducta y el pensamiento, aunque son muy complicadas.

 

Estas técnicas tienen multitud de aplicaciones prácticas. Según el coordinador, el caso más conocido es el del diagnóstico de la epilepsia en el que, simplemente con la observación de las ondas, se puede apreciar que existen alteraciones de las mismas. “El siguiente reto en este campo sería localizar y saber en qué lugar del cerebro esas ondas alteradas están surgiendo, porque en algunos casos hay que operar y tienes que localizar muy bien ese foco”, ha puntualizado.

Otro caso es el de los niños con déficit de atención, en el que es muy típico que el ritmo cerebral Theta esté incrementado y, en cambio, el ritmo Beta esté disminuido. Y midiendo ambos ritmos puede ayudar en las tareas de diagnóstico o en la rehabilitación. Se intenta que, monitorizando al menor, se devuelva esas ondas a su ritmo normal y hay ciertos indicios de que si el niño es capaz de reequilibrar la actividad eléctrica de su cerebro, también se reequilibra su conducta.

 

“Pero aún hay un salto más actual, que es el de intentar utilizar esas ondas con carácter predictivo. Hay muchas patologías cerebrales y mentales que se manifiestan a edades más avanzadas. Pero si pudiéramos predecir que la persona tiene riesgo de padecerla a edades más tempranas, cuando el cerebro se está formando, podíamos ser capaces de hacer terapia, tanto conductual como farmacológica o de otro tipo más temprana cuando el proceso de la patología está todavía en desarrollo”, según Carlos Gómez.

 

Es el caso, por ejemplo, del autismo, que no se desarrolla hasta los tres años. “Si en estos niños viéramos ciertas alteraciones en su actividad electroencefalográfica al año de vida, podríamos comprobar si están relacionadas con el autismo, de tal manera que adelantáramos el tiempo de diagnóstico y empezar a trabajar sobre esta enfermedad”, ha concretado.

 

Otro caso podía ser el de la esquizofrenia, que es una patología que aparece en la adolescencia o la adultez joven, aunque se va gestando desde el feto o las primeras edades de la infancia, de tal manera que se podrían hacer estudios para determinar el alcance de esta enfermedad.

 

Más información: www.upo.es


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