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Conoce las medusas y por qué son necesarias

Los científicos los llaman organismos gelatinosos, en inglés, jellyfish. Lo que todo el mundo tiene en mente como medusa, la típica con la umbrela y los tentáculos, es sólo un tipo de las miles de especies que existen de este animal marino. Además, no todo lo que se ve en las costas andaluzas y se piensa que son medusas lo son. Uno de los fenómenos que más llama la atención es la formación de grupos o floraciones, como los que se han visto recientemente en  aguas del Mediterráneo y del Atlántico. Se trata de un proceso complicado en el que intervienen diversos factores, como las corrientes de aguas, la temperatura, la disponibilidad de alimentos o el nivel de oxígeno. Laura Prieto, investigadora del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía del CSIC, lleva años estudiando los mecanismos y factores que intervienen en los desplazamientos y proliferación de estos organismos.


Andalucía |
23 de julio de 2018

Laura Prieto, investigadora del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía del CSIC.

La mayoría de las especies de medusas no pueden nadar. Se desplazan flotando o dejándose llevar por las corrientes marinas y el viento. Sus tentáculos no cumplen ninguna función en su desplazamiento, sólo son utilizados para cazar y alimentarse. De ahí su movimiento lento que gusta contemplar a través de la seguridad que ofrecen los acuarios, donde el visitante puede pasarse un buen rato observando cómo se mueven estos animales compuestos en un 95% de agua y que no poseen corazón ni cerebro.

Necesarias para el ecosistema, pero molestas para el ser humano, ya que algunos de estos organismos pican teniendo, según la intensidad del dolor que producen, una peligrosidad clasificada como muy alta, alta, leve, muy leve o ninguna. Ninguna de las que se pueden encontrar en las costas andaluzas es mortal. Las que pertenecen al filo de los Cnidarios (prefijo que viene del griego cnida, ortiga) tienen como característica común la posesión de células urticantes llamadas cnidocitos o cnidoblastos. “Todos los cnidarios tienen tentáculos urticantes pero no todos los arpones son capaces de atravesar la piel humana. Hay medusas que no producen picor a las personas porque el arpón es muy fino pero sí produce daños a los peces”, explica Laura Prieto, doctora en Ciencias del Mar y responsable de la investigación sobre organismos gelatinosos del Observatorio de Cambio Global del Estrecho de la Junta de Andalucía.

Las medusas, que forman parte del denominado placton gelatinoso, se alimentan de pequeños animales (peces u otros invertebrados, incluso de otras medusas) que previamente inmovilizan gracias a la inyección de toxinas y que posteriormente capturan con sus tentáculos y brazos orales. A este respecto, Prieto subraya su importancia. “Existen desde hace 500 millones de años. Son parte del ecosistema marino y tienen un papel dentro de él. Son capaces de sobrevivir en condiciones en los que otras especies no lo hacen. Es imposible tener un mar sin medusas porque es bueno que estén”, concluye.

Una de las especies más frecuentes en las costas andaluzas y que se ha podido ver recientemente en las costas de Málaga, aunque también en Almería y Granada, es la Pelagia noctiluca, también conocida como medusa luminescente. Tiene un color rosa-violáceo, mide de 5 a 15 centímetros y su picadura es dolorosa. Dependiendo de la zona, en agosto y septiembre, se puede ver la Cotylorhiza tuberculata, conocida popularmente como aguacuajada o medusa huevo frito por su forma amarillenta con un pequeño círculo marrón en el centro. Tiene una peligrosidad leve.

También frecuenta las agua mediterráneas, la Rhizostoma pulmo, conocida con aguamala, aguaviva o acalefo azul, de un blanco azulado cuya picadura sí causa dolor, al igual que la que produce la Chrysaora hysoscella o acalefo radiado y la Carybdea marsupialis, también llamada pica pica o avispón marino del Mediterráneo. Más inocuas son la Velella velella o vela de mar, y la Mnemiopsis leidy o ctenófo americano.

'Pelagia noctiluca' o medusa luminescente.

‘Pelagia noctiluca’ o medusa luminescente.

En este sentido, investigadores nacionales e internacionales llevan años profundizando en el conocimiento de los mecanismos y factores que intervienen en la dinámica de las poblaciones de medusas. Desde 2014, el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN) colabora con el Instituto Mediterráneo de Estudios de las Islas Baleares (IMEDEA), ambos del CSIC, junto con el Gobierno Balear y el Sistema de Observación Costero de las Islas Baleares (SOCIB), en un proyecto pionero en el mundo para prever la presencia de medusas, en el que recogen y analizan los datos registrados por un nuevo sistema de observación. En este sistema están implicados socorristas de las playas, técnicos de embarcaciones tanto del servicio de limpieza del litoral como de las reservas marinas y voluntarios en zona de mar abierto con buques oceanográficos que llevan a cabo un registro diario de los avistamientos. “Disponemos de una base de datos con más de 90.000 registros. El objetivo final es crear una herramienta predictiva”, explica la experta. La Junta de Andalucía también realiza un seguimiento de la actividad de las medusas. En concreto, la Red de Información Ambiental de Andalucía de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio cuenta con un mapa de avistamientos de medusas en el litoral andaluz.

‘Physalia physalis’ o carabela portuguesa.

No todas son medusas

Son muchas especies y subespecies con características y comportamiento diferentes. Conocerlas ayuda a identificarlas correctamente. Desde el punto de vista biológico, estos organismos se clasifican en tres grandes grupos. Los hidrozoos son organismos polifórmicos interconectados entre sí. A este grupo pertenece la Physalia physalis, la famosa carabela portuguesa, que ha sido noticia recientemente por su presencia inusual en las aguas del Mediterráneo. Esta especie, con apariencia de medusa, es en realidad un hidrozoo colonial, un organismo flotante formado por animales de distintas formas y con diversas funciones que se distribuyen en los tentáculos que cuelgan de un único individuo diferenciado, y que actúa como un flotador con una vela que permite a la colonia moverse con las corrientes superficiales y los vientos. Son animales de mar abierto. Su nombre común se debe a que su vela se parece a la de los barcos portugueses con dicha denominación.

Los cubozoos, considerados la clase más peligrosa de todas, abundan en las regiones tropicales y subtropicales del planeta, principalmente en los alrededores del continente australiano, Hawaii y el mar de Filipinas, donde se encuentra una mayor presencia de esta clase que cuenta con cuarenta subespecies conocidas; el orden de los escifozoos, a menudo reconocidos como el de las verdaderas medusas, comprenden ejemplares tan populares como la medusa luna, el acalefo azul y el aguacuajada, abundantes en el Mediterráneo y parte del Atlántico. Presentan un ciclo biológico que parte de la metamorfosis de una larva plánula (formada a partir de los huevos fertilizados de una medusa) hasta originar una medusa adulta, pasando por una fase vital en forma de pólipo y que vive adherida a algún sustrato.

Entonces, ¿por qué llegan hasta la costa? Para Laura Prieto, autora de varios artículos sobre esta cuestión, “la llegada de carabelas portuguesas al Mediterráneo tiene que ver con fenómenos que ocurren en medio del Atlántico, por causas meteorológicas y oceanográficas”. Tiene que ver con las tormentas y la presión atmosférica, con un índice climático denominado Oscilación del Atlántico Norte (North Atlantic Oscilation, NAO, por sus siglas en inglés). Cuando la NAO es negativa, las tormentas se producen más hacia el sur, por lo que la carabela portuguesa se mueve con el viento desplazándose, en superficie, por el Atlántico hasta entrar al Mediterráneo. “La probabilidad de que atraviesen el estrecho de Gibraltar existe pero tienen que darse varias circunstancias: que haya vientos muy fuertes, tormentas más al Sur, el ciclo vital en el que se encuentran, que ese año haya una abundante población de carabelas portuguesas…”. Y añade, “esta especie es típica del centro del Atlántico. No creemos que esté acostumbrada a las aguas cálidas del verano mediterráneo. No se le considera una especie invasora porque no es capaz de sobrevivir en este hábitat”.

Pero esa pregunta depende de la especie y de la región. “Según cómo haya sido el invierno se puede predecir lo que va a pasar en el verano en la laguna del Mar Menor con la especie Cotylorhiza tuberculata. En el CSIC hemos desarrollado un modelo que funciona sabiendo cómo es la temperatura del aire. A partir de ese dato podemos obtener una probabilidad de la cantidad de medusas que puede haber en los meses del verano, lo que facilita la gestión y prevención en la laguna”, subraya Prieto.

Para esta experta del medio ambiente marino, “los medios de comunicación son demasiado alarmistas. En mi opinión, muchas veces se comunican patrones de causa-efecto que no están basados en el rigor científico”. En este sentido, recuerda que “la carabela portuguesa no es mortal. Cuando son avistadas se retiran, con lo que va disminuyendo la población presente en ese momento. Al ser un mar cerrado, la probabilidad de que el viento y las corrientes las empujen a costa es muy elevada y si alguna aún sigue en la circulación general del Mediterráneo, una vez que las temperaturas superficiales del agua aumentan, mueren. Es por ello que no hay registros de avistamientos en el Mediterráneo durante los meses de invierno”.

Prieto subraya, por último la importancia de las medusas. “Existen desde hace 500 millones de años. Son parte del ecosistema marino y tienen un papel dentro de él. Son capaces de sobrevivir en condiciones en los que otras especies no lo hacen. Es imposible tener un mar sin medusas porque es bueno que estén”, concluye.


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