QUE LA LUZ NO IMPIDA VER LAS ESTRELLAS
Fuente: María José Llobregat / Programa de Formación de Monitores en Materia de Divulgación del Conocimiento.
Los efectos de la contaminación lumínica son de sobra conocidos por todos. Aumento del brillo del cielo nocturno que dificulta las investigaciones astronómicas; incremento del consumo energético y, en consecuencia, del coste económico; o imposibilidad, en muchas ocasiones, de disfrutar del espectáculo que supone la contemplación del firmamento.
Otras consecuencias menos difundidas de la contaminación lumínica afectan al ciclo vital y al comportamiento de especies animales y vegetales con hábitos de vida nocturnos o a la calidad ambiental de las zonas habitadas, ya que aumenta la intrusión lumínica en el ámbito privado de las personas provocando molestias tales como fatiga visual, ansiedad o alteraciones del sueño.
Con el objetivo de analizar la influencia del exceso de luminarias en las ciudades y exponer las medidas adoptadas por diferentes países del mundo para solventar este problema, la Dirección General de Cambio Climático y Medio Ambiente Urbano de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía ha organizado en Almería una jornada técnica que se celebró ayer. A la cita acudieron especialistas de ámbito internacional procedentes de Chile, Hawai, Italia y Alemania, así como expertos nacionales que abordaron diferentes aspectos en torno a la contaminación lumínica, entre ellos los que tienen un impacto directo sobre la población como la repercusión en la salud y en los ecosistemas.
David Galadí-Enríquez es astrónomo en uno de los dos observatorios ópticos de referencia de Andalucía, Calar Alto, en Almería -junto al de Sierra Nevada-. Para él, la contaminación lumínica es un problema ambiental que tiene su origen en un diseño inadecuado de los sistemas de alumbrado, lo cual dificulta la observación astronómica tanto a nivel científico como a nivel turístico.
Galadí hace hincapié en la importancia de considerar el cielo como recurso científico y patrimonio cultural y como recurso industrial o turístico. El paisaje tiene que verse como un atractivo turístico más, igual que ocurre en Arizona, Hawai o Canarias. Hawai, por ejemplo, es conocida no sólo por sus playas, también por su cielo. En ese sentido, Andalucía tiene un potencial desaprovechado que, además, se está destruyendo. Por eso debemos abogar por la explotación del cielo como seña de identidad.
Un primer paso para ello es inducir y fomentar hábitos sostenibles en la población andaluza mediante iniciativas auspiciadas por las administraciones competentes. Así se recoge en el Reglamento de Protección de la Calidad del Cielo Nocturno frente a la Contaminación Lumínica, aprobado por la Consejería de Medio Ambiente en 2010, uno de cuyos fundamentos es la gestión energética eficiente de las instalaciones de alumbrado que incluya criterios sostenibles. La Junta de Andalucía posee una de las legislaciones más avanzadas en esta materia en comparación con otras regiones españolas, incluida Canarias, destaca el astrónomo de Calar Alto.
Recetas para un cielo limpio
Cómo mejorar la iluminación de las ciudades para no perjudicar el ecosistema celeste pasa por el establecimiento de medidas de ahorro y eficiencia energética que David Galadí resume con precisión: Proyectar la luz por debajo del plano horizontal y no por encima de éste, es decir, emitir el flujo luminoso de arriba hacia abajo. Al mismo tiempo, es imprescindible iluminar con la intensidad adecuada y en los horarios adecuados. En este caso, el Reglamento establece que, para el caso particular del alumbrado ornamental, éste permanecerá apagado en la franja nocturna, considerándose como tal desde las 0,00 horas hasta las 600 horas en invierno y desde la 100 horas hasta las 600 horas en verano.
También el color de las luces incide en la contaminación. En general, la luz blanca y azul es la más perjudicial. De ahí que resulte beneficioso utilizar luz amarilla, lo más amarilla posible, insiste.
Otro aspecto a tener en cuenta es el establecimiento de niveles de iluminación adecuados en función de los usos y necesidades. Se trata de definir distintos tipos de áreas lumínicas según las características de la zona. De este modo, tal y como queda recogido en la normativa andaluza, estaríamos hablando de un área oscura (E1) en la que se incluyen espacios naturales de la Comunidad Autónoma con hábitats y especies de gran valor ecológico que deban ser protegidos del efecto de la luz artificial y zonas de especial interés para la investigación científica astronómica, como los observatorios. En un segundo nivel (E2) se incluyen áreas que admiten flujo luminoso reducido; en el tercero (E3), áreas de flujo luminoso medio (zonas industriales, zonas residenciales en el interior del casco urbano y periferia con densidad de edificación media-baja ); y un último (E4) para áreas de flujo luminoso elevado (zonas del casco urbano con alta densidad de edificación o aquéllas con actividades comerciales o turísticas en horario nocturno).
El experto apuesta, igualmente, por una serie de medidas restrictivas que prohíben el uso de leds, láseres y proyectores que emitan por encima del plano horizontal con fines recreativos o culturales o la iluminación de playas y costas, excepto aquéllas integradas físicamente en los núcleos de población.
Todas estas recetas, reflejadas en el texto andaluz, supondrían un ahorro energético «que debería ser considerado por las administraciones en una época de crisis como la actual. Se insiste en los recortes cuando hay otras medidas que, sin necesidad de recortar, incidirían en la reducción del gasto público», opina Galadí.
Sin embargo, para el astrónomo, el problema no es tanto económico o político como cultural. Hay que cambiar la idea que la sociedad tiene de la iluminación pública. ¿Cómo percibe la población el alumbrado de los edificios? Como una seña de progreso mal entendido, como un símbolo de ostentación y modernidad y no como lo que realmente es, un elemento funcional.
De ahí la importancia que concede a la necesidad de concienciar a los ciudadanos a través de la difusión de información. Sería un claro ejemplo de cómo la divulgación puede salvar a la Ciencia, a la Astronomía y a la cultura de la observación.
Más información:
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David Galadí-Enríquez
Astrónomo del Centro Astronómico Hispano-Alemán (Observatorio de Calar Alto)
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E-mail: dgaladi@caha.es
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