EL ABRAZO CÓSMICO DE DOS AGUJEROS NEGROS
Fuente: EL MUNDO
Dos inmensos agujeros negros, cuyas masas son, respectivamente, 20 y 50 veces superiores a las del Sol, acaban de ser descubiertos girando el uno alrededor del otro en un proceso de atracción gravitatoria que concluirá con la colisión de ambos y la formación de un nuevo cuerpo aún más gigantesco.
El hallazgo, presentado en la revista Nature por un equipo de astrónomos de Tucson (Arizona), representa la evidencia más clara hasta la fecha de un sistema binario de agujeros negros, los cuales no resultan nada fáciles de detectar pero, según aventuran los expertos, han de ser muy comunes en el universo.
La distancia que separa a los agujeros negros, que han sido detectados gracias a los remolinos de polvo y gases que se forman a su alrededor, es 13 veces menor de la que separa a nuestro Sol de su estrella más cercana, Alpha Centauri. Esto quiere decir que la gravedad que ejercen ambos cuerpos terminará por fusionarlos, con lo que concluirá el proceso que comenzó cuando las galaxias de las que uno y otro procedían colisionaron entre sí y formaron una sola, a cuyo centro fueron a parar los dos agujeros negros.
Aunque ya han sido encontrados otros candidatos de sistemas binarios de agujeros, esta es la primera vez que se detecta a ambos cuerpos relativamente cerca el uno del otro y también la que ofrece pruebas más concluyentes. Como los agujeros negros no se pueden detectar directamente (absorben la luz, y de ahí su nombre), los científicos han de interpretar con sumo cuidado la radiación que emite el material que se están tragando, por lo que no es fácil determinar con precisión su presencia.
Sin embargo, los modelos astronómicos indican que todas las galaxias grandes albergan un agujero negro en su núcleo, como ocurre en nuestra propia Vía Láctea. Algunas de ellas, las que se han formado como consecuencia de la colisión de varias galaxias más pequeñas, pueden tener varios agujeros negros, los cuales son enviados invariablemente, mediante fuerzas gravitatorias, a su núcleo.
Allí se encuentran ambos cuerpos y, si no se han unido ya, los científicos pueden descubrirlos en proceso de fusionarse, como el caso recién detectado, en el que ambos cuerpos completan una vuelta a su centro de masa común cada 100 años, viajando a una velocidad relativa de 6.000 kilómetros por segundo.
Sin embargo, tal y como señala Jon Miller, investigador de la Universidad de Michigan, «captar a los agujeros negros en su abrazo final ha resultado ser muy complicado».
El motivo es que interpretar la luz proveniente de las inmediaciones de uno y otro, así como distinguir que ambos están en la misma galaxia y no en dos galaxias cercanas, es un proceso harto complejo. Por ello, Todd Boroson y Todd Lauer, autores del descubrimiento e investigadores del Observatorio Astronómico Nacional Óptico (NOAO) de Estados Unidos, tuvieron que examinar 17.500 galaxias candidatas para encontrar una con un sistema binario.
Sin duda, ha de haber muchos más en el cosmos, pero no los encontraremos con facilidad hasta que seamos capaces de detectar las ondas gravitacionales, las cuales son producidas en abundancia por los agujeros negros pero, por el momento, escapan a nuestros limitados sistemas de observación.
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