Un estudio subraya las dificultades de una decisión común europea sobre el cambio de hora
Un estudio del profesor de la Universidad de Sevilla José María Martín Olalla ha analizado la influencia del cambio estacional de hora en la vida diaria de Estados Unidos, España, Italia, Francia y Reino Unido, países en los que la regulación horaria ha estado vigente al menos en los últimos 45 años. Sus resultados muestran que el cambio de hora no desalinea el ritmo de sueño/vigilia, lo que explica el éxito del cambio de hora en sociedades modernas.
Fuente: Universidad de Sevilla
Un estudio del profesor de la Universidad de Sevilla José María Martín Olalla ha analizado la influencia del cambio estacional de hora en la vida diaria de Estados Unidos, España, Italia, Francia y Reino Unido, países en los que la regulación horaria ha estado vigente al menos en los últimos 45 años. Sus resultados muestran que el cambio de hora no desalinea el ritmo de sueño/vigilia, lo que explica el éxito del cambio de hora en sociedades modernas. Por otra parte, destaca la influencia de la latitud en el problema del cambio de hora lo que dificulta una decisión común en la Unión Europea.
El estudio, publicado en la revista Scientific Reports (del grupo Nature) dentro de la Sección Física en Sociedad, analiza a partir de encuestas oficiales de empleo del tiempo las diferencias estacionales del ritmo de sueño/vigilia y el ritmo de actividad laboral. Los resultados muestran que en días laborables ninguno de estos ritmos cambia significativamente de invierno a verano. Este hecho es una evidencia objetiva de la aceptación social de la práctica: después de unos cincuenta años de uso continuado la actividad social no muestra signos de lucha contra el cambio: casi nadie retrasa los horarios en verano o los adelanta en invierno. Así el cambio de hora permite horarios estables anualmente y, a la vez, adapta la actividad humana al ciclo estacional de forma coordinada: se adelanta en el cambio de primavera, cuando los días empiezan a ser largos y se retrasa en el de otoño, cuando los días empiezan a ser cortos.
En fin de semana, cuando las preferencias humanas se manifiestan de forma más libre, el ritmo de sueño/vigilia se caracteriza por dos observaciones contrapuestas. De una parte la hora de acostarse se retrasa en verano, siguiendo a los anocheceres más tardíos y anteponiéndose al cambio de hora, que adelantó la actividad en primavera. Por contra la hora de despertar se adelanta en verano, también siguiendo el adelanto del amanecer pero ahora superponiéndose al cambio de hora: en verano, por la mañana, la población necesita aún más adelanto de la actividad. En conjunto, el carácter opuesto de ambas observaciones indica que el cambio de hora no desalinea el ritmo de sueño/vigilia. Esto explica el éxito de la práctica del cambio de hora en sociedades modernas.
El cambio de hora en Europa
El estudio aborda también el problema europeo del cambio de hora analizando la influencia de la latitud. Los ritmos estudiados muestran diferencias estacionales mayores y más frecuentes en países de menor latitud (Estados Unidos, España e Italia) que en países de mayor latitud (Francia y Reino Unido), a pesar de que la estacionalidad solar es mayor en estos últimos.
Martín Olalla explica esta paradoja señalando que por encima de una cierta latitud las variaciones solares se hacen demasiado grandes y rápidas como para que una sociedad pueda guiarse por ellas. Por eso tiende a guiarse por horas de reloj y, en último término, hace preferir la abolición del cambio de hora. La discusión actual sobre el cambio de hora se origina en países de latitud muy extrema, como Finlandia.
En cambio, a latitudes intermedias las variaciones solares son menores, pero influyen más en el comportamiento humano. Aquí las sociedades encuentran en el cambio de hora una forma útil, moderna y eficaz de acompasar actividad y estacionalidad manteniendo horarios estables.
Esta práctica ayuda a que el amanecer sirva como guía de inicio de la actividad durante todo el año; evita la exposición a la insolación estival del mediodía, tal y como ocurre en sociedades tropicales (conviene destacar que en verano y por debajo de 47 grados de latitud, la latitud de Suiza, el régimen de insolación es característicamente tropical); y facilita tanto que personas propensas a ritmos vespertinos intensos (búhos) no adelanten en demasía su puesta en marcha en invierno, como que personas propensas a ritmos matinales intensos (alondras) no retrasen su puesta en marcha en verano. En todos estos sentidos el dilema de optar por hora de verano permanente o por hora de invierno no tiene fácil solución en el rango de latitudes de la península ibérica.
La influencia de la latitud dificulta la adopción de una política común europea en este tema. La Unión Europea se extiende desde los 35 grados de latitud (Chipre, Malta), donde el amanecer cambia 3 horas de invierno a verano y donde la eficacia de la insolación al mediodía alcanza el 98%, hasta los 70 grados (norte de Finlandia), donde el amanecer varía 24 horas de invierno a verano y el cambio de hora tiene una utilidad limitada. Por eso el estudio conmina a la Comisión Europea a que reconsidere su política sobre el cambio de hora. Un vídeo publicado en youtube describe este problema.
Este es el tercer artículo del profesor Martín Olalla que analiza la actividad humana y su adaptación a la latitud. Anteriormente analizó el papel sincronizador del día invernal en las sociedades industriales y la sincronización del ritmo de sueño/vigilia en sociedades industriales y pre-industrial, ambos estudios también fueron publicados en la revista Scientific Reports.
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