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FLAMENCO CON ACENTO NEERLANDÉS


27 de noviembre de 2009

Fuente: AndaluciaInvestiga.com – J. García Orta

 

Un investigador de la Universidad Pablo de Olavide estudia la presencia del flamenco en Bélgica. El trabajo, financiado por la Agencia para el Desarrollo del Flamenco y la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, señala cómo lo que comenzó a modo de acto de cohesión social se transformó en una profesión que, hoy día, cuenta con figuras destacadas tanto de origen español como belga.

 

Una actuación de flamenco en la puerta de una caseta durante la EuroFeria AndaluzaNoche de sábado. José entra en escena con su guitarra, haciendo crujir con su peso las tablas de un pequeño teatro. Según reza en el programa, van a empezar con unas alegrías para continuar con un par de bulerías. Al cante estará su padre, hijo de emigrantes andaluces y figura retirada de la profesión, quien le ha enseñado todo lo que sabe de flamenco. En el baile les acompaña su actual pareja, una joven de Flandes que conoció en Jerez durante unas vacaciones de verano.

José es hijo menor de una familia de andaluces, pero habla mejor el francés que el español. De nacimiento es belga, como el público que llena el local y espera expectante su actuación. Pese a que muy pocos entienden las letras que durante la velada allí se cantan (los artistas se niegan a dar un libreto con una versión traducida del espectáculo), todos sienten y comparten la profundidad del arte que ante ellos se desvela.

Que el flamenco es universal en su proyección, no cabe duda. Pero dejando a un lado el caso de Japón, de sobra conocido, ¿qué se sabe del flamenco que se desarrolla fuera de las fronteras españolas? Esta misma cuestión se planteó Fernando C. Ruiz Morales, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y miembro del grupo Investigación Social y Acción Participativa (GISAP). Para él la respuesta es clara: exceptuando algunos trabajos puntuales, no hay apenas investigación sobre su dimensión internacional. Por ello este antropólogo se decidió a indagar este aspecto en un entorno interesante por lo multicultural, Bélgica, donde ha encontrado que situaciones como la descrita no son tan poco comunes.

“Aunque existe presencia anterior de forma puntual, la historia del flamenco en territorio belga comienza a finales de los 50, inicios de los 60, cuando llega a este país una gran ola de emigrantes, fruto de un tratado para dotar de mano de obra diferentes industrias, sobre todo la minera”, comienza a narrar este antropólogo. Desde 2007 estudia esta realidad, marcada por aspectos como la integración social, las luchas por la patrimonialización, la necesidad de inmersión en la cultura andaluza o el desapego de los nietos de emigrantes por esta vertiente musical.

Y es que lo que empezó en las tabernas en los ratos de ocio, ha evolucionado hasta permitir la coexistencia actualmente de cerca de treinta profesionales de cierta relevancia (baile, guitarra y cante), así como multitud de semiprofesionales, no todos de origen español. “En su inicio, el flamenco se convierte en una parte fundamental de la sociabilidad de los emigrantes, sobre todo andaluces, pero con el tiempo algunos empiezan a destacar y a estar solicitados para actuar en otros contextos, hasta el punto que hubo quien pudo dejar la mina o la fábrica”, apunta Fernando Ruiz. Con las nuevas generaciones, la situación ha variado. Los belgas se han ido haciendo hueco entre los descendientes de los emigrantes atraídos por el mundo del flamenco, y han dado algunas figuras de peso.

De la taberna al teatro

El interés en Bélgica por esta forma de música, según recoge el estudio, ha ido ganando peso con el paso del tiempo. Para ello han sido determinantes los bares que montaban los emigrantes, en los que se servía comida española y donde algunos actuaban ante los comensales para, después, pasar el plato. “Llegó a haber en Bruselas una calle entera llena de estos restaurantes, donde acudían muchos belgas a escuchar flamenco, aunque en versión adaptada a los gustos locales. Cuando éstos se iban, empezaba el flamenco de verdad”, subraya Ruiz Morales.

Con este contexto de fondo, el flamenco fue tomando forma hasta dar el salto a escenarios de mayor nivel. En ello influyeron no sólo los artistas que iban surgiendo o llegando a Bélgica, sino también los propietarios de los locales, los periodistas y los intermediarios. “Hubo figuras destacadas, como el folclorista beFlamenco en la taberna El Supermercado, de Bruselas.lga Wannes van de Velde, que abrieron muchas puertas en el mercado local. Hoy día el empresario Guido Declercq es un pilar fundamental, dedicándose exclusivamente al flamenco y sirviendo a modo de enlace entre los artistas, sobre todo españoles, y los teatros belgas, holandeses o de otros países europeos”, apunta el antropólogo.

Pero el peso del flamenco en el panorama escénico no se establece hoy día como el único gran difusor. El movimiento asociacionista de los emigrantes está jugando un gran papel a la hora de propagar este arte a través de sus actividades. Colectivos como la peña Al-Andalus de Amberes o la asociación Muziekpublique de Bruselas ofrecen constantemente opciones como clases de baile, guitarra y percusión, sin olvidar las actuaciones de artistas locales y de jóvenes residentes en España.

Flamenco presente y futuro

Un porcentaje muy alto de los protagonistas del flamenco actual en Bélgica son, como se ha señalado, hijos de emigrantes. Junto a ellos se colocan algunos belgas, además de otras nacionalidades, enamorados de este arte. Pero si algo de común hay entre ellos, aparte de la música, es la cultura andaluza. “Los belgas que tocan bien, que bailan bien, han estado aquí, en Andalucía, han vivido y aprendido el español en Jerez, Triana o Córdoba, se han enfrentado a una cultura extraña con trabajo y estudio. Todo para hacer flamenco”, señala el investigador.

Para éste, el proceso de inmersión cultural es fundamental para captar el espíritu y el saber hacer flamenco. Esto contrasta mucho con su futuro belga. A fin de cuentas, la descendencia española va por la tercera generación, son los nietos de los primeros emigrantes, hablan mejor el francés que el español, su crianza y su vida están en ese país.

Ante esta situación se sitúa, hoy por hoy, Fernando Ruiz para iniciar la segunda etapa de su investigación. En ella se plantean numerosas cuestiones, encaminadas a conocer en mayor profundidad los procesos de sociabilidad, los distintos grupos que se han formado en este entorno, cómo se transmite y qué visión tienen sobre esta forma musical sus principales agentes. Sin embargo, quizá la cuestión más difícil a resolver por el antropólogo será: ¿se puede ser flamenco y belga a la vez? o lo que es lo mismo, ¿se puede ser flamenco sin vivir el flamenco?

 

Más información:

 

Fernando C. Ruiz Morales

Departamento de Ciencias Sociales

Universidad Pablo de Olavide

Tlf: 954 348 969 
 

Email: fcruimor@upo.es


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