Un nuevo estudio revela el comportamiento de los carnívoros en el yacimiento paleontológico de Venta Micena
Un artículo científico publicado en la revista Quaternary Science Reviews pone de manifiesto que en el yacimiento orcense de Venta Micena se dieron diferentes escenarios, que han podido caracterizarse gracias a este trabajo interdisciplinar liderado por investigadores de la Universidad de Granada y la Universidad Complutense de Madrid. Venta Micena 4 se convierte en el yacimiento de referencia para comprender el comportamiento de los carnívoros de hace 1,6 millones de años.
Fuente: UGR
Los paisajes naturales en la actualidad están salpicados por diferentes hitos: una masa boscosa, un pequeño riachuelo, una charca, un conjunto de rocas. En cada uno de ellos acontece una parte de la historia. Lugares donde obtener la comida y el agua, sitios donde consumirla, emplazamientos en los que descansar,… En el pasado ocurría igual. Así, a pesar de la escasa distancia física entre diferentes áreas del territorio, la función de cada espacio diferiría de forma significativa.
Y esto es lo que acaeció en Venta Micena, una extensa área salpicada de múltiples yacimientos, cada uno de los cuales aporta una información valiosísima. Un artículo científico publicado en la revista Quaternary Science Reviews pone de manifiesto que en el yacimiento orcense de Venta Micena se dieron diferentes escenarios, que han podido caracterizarse gracias a este trabajo interdisciplinar liderado por investigadores de la Universidad de Granada y la Universidad Complutense de Madrid.
La investigación se centra en el denominado Venta Micena 4, un yacimiento paleontológico rico en fauna extinta a partir de la cual se ha podido reconstruir el hábitat y el comportamiento de los animales que vivieron en Orce hace 1,6 millones de años. Mamuts, hipopótamos, rinocerontes, ciervos, caballos, hienas, tigres de dientes de sable, ancestros de lobos y licaones, bóvidos de diferentes especies, etc. vuelven a ser protagonistas tras más de un millón y medio de años de silencio.
“Para llevar a cabo este trabajo hemos analizado todos los huesos, cuernos, astas, dientes y fragmentos de caparazón de tortuga que se han excavado en Venta Micena 4 desde el año 2005” expone Carmen Luzón, estudiante de doctorado de la UGR y una de las principales autoras de este trabajo. “Se ha examinado exhaustivamente todo ese material en busca de señales con las que reconstruir la historia. Han sido casi 5000 elementos, concretamente 4898”, añade la investigadora.
Ausencias que se convierten en evidencias
“A lo largo de las diferentes campañas de excavación nos dimos cuenta de que había elementos que estaban ausentes o escasamente representados en Venta Micena 4”, relata Juan Manuel Jiménez Arenas, profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR y director del ProyectORCE y de las excavaciones en dicho yacimiento durante los años 2014-2015 y 2017-2019.
“En el yacimiento de Venta Micena 3, interpretado como un cubil de hienas, abundan los coprolitos de la gran hiena de cara corta del Pleistoceno (Pachycrocuta brevirostris). En Venta Micena 4, que se encuentra a menos de 300 metros, no. En Venta Micena 3 se hallaron muchas evidencias de crías de este imponente carnívoro. En Venta Micena 4, no encontramos ninguna. Por tanto, comenzamos a plantear la posibilidad de que estuviésemos frente a dos escenarios diferentes”, refiere Jiménez Arenas. Venta Micena 4 no parecía, pues, un cubil de hienas.
Todo el material que sale de la excavación pasa por el exhaustivo escrutinio del equipo de especialistas en tafonomía, quienes estudian todas y cada una de las huellas que presentan las evidencias arqueológicas. “Las marcas que se dejaron sobre los huesos son una fuente de información precisa y preciosa”, confiesa José Yravedra, profesor titular del departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, y responsable del área de tafonomía en el ProyectORCE. “Y su análisis ha confirmado lo previamente planteado. Venta Micena 4 es distinto. Aquí no tenemos la abundancia de roturas por mordeduras de hienas que sí hay en Venta Micena 3. Solo unos pocos ejemplos. Por otra parte, aparecen costillares enteros y patas completas. Esto no es lo que deberíamos encontrar en un cubil de hienas”, confirma Yravedra.
Todas las interpretaciones que se han hecho de Venta Micena 4 apuntan en una dirección: una fuente de agua dulce cercana al yacimiento se convirtió en foco de atracción para la fauna. Hay indicadores, como la proporción de restos encontrados de cada especie y los perfiles de mortalidad en función de la edad, que demuestran que algunos de los animales que murieron aquí hace 1,6 millones de años lo hicieron de forma natural. Además, algunos herbívoros fueron atacados por grandes carnívoros, como tigres de dientes de sable, osos y los ancestros de licaones y lobos actuales, y consumidos allí mismo. “Y una pequeña cantidad también por las hienas gigantes de cara corta», concluye Luzón. Por tanto, y a la pregunta que se hace en el título de este artículo, To den or not to den (Cubil o no cubil), la respuesta es no cubil.
Los tiempos y los espacios
Las disciplinas históricas presentan dos ejes fundamentales. Uno, de carácter más horizontal, es el espacio, del cual hemos hablado anteriormente. El otro, que transcurre de forma vertical, es el tiempo. “Venta Micena 4 presenta al menos dos momentos. Y son diferentes, tanto desde el punto de vista climático como de la composición faunística”, plantea Luzón. “Por ejemplo, durante el episodio más antiguo hay una mayor presencia de ciervos, lo que suele asociarse a una abundancia de bosques. Esto nos indica un entorno de temperaturas más templadas y lluvias más copiosas”.
“Venta Micena es un conglomerado de yacimientos que, estudiados de forma independiente, concienzuda y precisa, proporciona unos resultados muy fiables. Sobre ellos se construyen las interpretaciones, auténticas ventanas a partir de las cuales vislumbrar el pasado. Es lo que hemos aplicado en Venta Micena 4, porque es fundamental no mezclar historias, ni en el espacio ni en el tiempo”, concluyen Jiménez Arenas e Yravedra.
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