Bajo la lupa: el alcance global de los microplásticos
Durante años, estas diminutas partículas han ido tejiendo una red invisible que abarca desde las profundidades oceánicas hasta el propio ser humano, dejando una huella imborrable que amenaza el futuro de los ecosistemas. Muchas investigaciones se han centrado en los efectos negativos de los microplásticos para el medioambiente, pero además, científicos de todo el mundo han empezado a estudiar sus consecuencias en nuestro organismo. Dado el progresivo aumento de la producción de plásticos, hay expertos ecologistas que afirman que el nombre que debería recibir el período terrestre en el que nos encontramos sería Plasticoceno en lugar de ser conocida como el Antropoceno.
Fuente: Fundación Descubre
Desde la contaminación del aire hasta la cadena alimenticia, la presencia de microplásticos y su impacto en la salud humana es objeto de estudio científico desde que a partir de la década de los 2000 la producción del plástico comenzara a alcanzar cifras récord. ¿Cuáles son las vías de entrada de estos compuestos en el cuerpo humano? ¿Qué consecuencias tienen en nuestra salud?
¿En qué afectan estos plásticos de vida corta a los seres humanos?
Aunque hasta el momento no se han encontrado evidencias científicas sólidas que determinen que la ingesta de microplásticos pueden representar un riesgo sobre la salud humana, científicos de todo el mundo han empezado a estudiar su efecto en nuestro organismo.
La mayoría de las pruebas acerca de la toxicidad de este componente se han centrado en las consecuencias de estos para el medio marino, dejando a un lado los riesgos que pueden conllevar en la salud humana. Un estudio de la Universidad de Newcastle confirma que al año, una persona puede llegar a consumir 250 gramos de plástico, una cantidad equivalente a una tarjeta de crédito. La preocupación aumentó cuando un reciente estudio descubrió la presencia de microplásticos en la placenta de bebés recién nacidos. Esta creciente ingesta supone una nueva oportunidad de estudio para investigadores internacionales, de hecho, en 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alentaba a los científicos a indagar más sobre este tema: “Necesitamos urgentemente saber más, porque esas partículas están por todas partes, incluso en el agua potable y hay que detener su aumento en todo el mundo”, indicaba la directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, María Neira. Esta globalización de la que habla Neira la demuestran Mónica Calero y Verónica Godoy: “Se transportan con gran facilidad y rapidez por el medio aéreo y acuático y en parte por eso están ya en todos los ambientes del planeta (…) Nosotros hicimos un estudio en colaboración con otros grupos de la Universidad de Granada, en el que demostramos la presencia, y no pequeña precisamente, de microplásticos en lagunas de alta montaña en Sierra Nevada”.
Por su parte, el catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, Nicolás Olea, indica que la exposición humana a los microplásticos puede darse por vía inhalatoria, digestiva, dérmica e incluso parenteral/endovenosa, cuando se trata del uso de materiales plásticos en la práctica médica. Este contacto puede acarrear diversas consecuencias: “La alteración de las hormonas o disrupción endocrina y la metabólica, el estrés oxidativo y la inflamación, fenómenos que pueden conducir a enfermedades”, indica el catedrático.
Para medir la magnitud de este tipo de consecuencias de las que habla Olea, en 2022, el CSIC llevó a cabo el primer estudio que evalúa el impacto de la ingesta de microplásticos en el tracto digestivo y la microbiota intestinal de los humanos. Científicos del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) del CSIC, confirmaban que, de promedio, un ser humano ingiere entre 0,1 y 5 gramos de estas partículas cada semana. “Los resultados obtenidos plantean que su ingesta continuada podría alterar el equilibrio intestinal y, por tanto, la salud», explica Victoria Moreno, investigadora del CIAL-CSIC. Asimismo, la investigación evidencia que estos microplásticos pueden experimentar biotransformaciones durante el proceso de ingesta y, de esta forma, llegar al colon de manera estructuralmente diferente.
La investigadora del IDAEA-CSIC, Ethel Eljarrat, hace hincapié en que esta contaminación no solo se basa en el plástico o polímero en sí, sino en los aditivos asociados a estos, que pueden llegar a constituir hasta el 50% del peso final. La investigadora ejemplifica este caso con los empaquetados de los productos de los supermercados, donde se puede producir la migración del plástico y aditivos químicos a la comida, algo de lo que también alarman las expertas Godoy y Calero, de la UGR: “Hay situaciones en las que se producen liberaciones de pequeñas micropartículas de estos envases, y las podemos ingerir. Por ejemplo, nunca se debe calentar la comida en un recipiente de plástico. Las altas temperaturas y las grasas favorecen la migración de aditivos y químicos del plástico a la comida, y los ingerimos”. Un caso similar es el de las botellas de agua, un producto que progresivamente se va deshaciendo de partículas de microplásticos conforme se va consumiendo.
Asimismo, argumentan las expertas, este material también provoca daños de manera indirecta por la interacción con otras sustancias que hay en el medio acuático. Actividades industriales, pesqueras o agrícolas contaminan medios acuáticos con diversos químicos como fármacos, fertilizantes o disolventes que acaban interactuando con los microplásticos, incluyéndolos en su estructura y transportándolos.
Heredia (IHSM) habla de otra propiedad potencialmente peligrosa de la contaminación por microplásticos: su capacidad como vehículo de agentes patógenos. La contaminación del aire por partículas es una de las causas de transmisión de enfermedades por todo el mundo. Sería necesario del mismo modo el estudio de la relación de los microplásticos y las partículas ambientales para comprender si forman parte activa en la cadena de enfermedades. Olea denomina a este proceso “caballo de Troya”, debido a la entrada silente de microorganismos adheridos a este componente acaban colonizando el intestino tras saltarse las barreras de protección habituales.
No solo los seres humanos experimentan las consecuencias de la elevada presencia de estos compuestos en su día a día. Trabajos de investigación realizados por la Universidad del País Vasco han demostrado que las concentraciones de estos elementos afectan a la salud de insectos acuáticos y anfibios, llevándolos a la muerte o al deterioro de la salud de aquellos que logran sobrevivir. En Andalucía se han llevado a cabo trabajos de investigación para analizar la magnitud de este impacto. Un equipo de investigación de la Universidad de Almería (UAL) analizó más de 4.000 abejas obreras para estudiar cómo estos polinizadores transportan polímeros del medio natural a sus colmenas, una manera natural de hacer un seguimiento de la relación entre los microplásticos y los animales.
En esta línea, un estudio de la Universidad de John Hopkins indica que un europeo que consuma marisco de manera habitual puede llegar a 11.000 microplásticos al cabo de un año. Esta información sugiere el estado alarmante que sufren los ecosistemas marinos en relación a la presencia de plásticos. La biodiversidad que habita en mares y océanos puede llegar a confundir estos productos con comida, una ingesta que puede acarrear problemas físicos en animales marinos, desde la abrasión hasta el bloqueo de algún conducto interno, según indica el investigador del IHSM, José Alejandro Heredia.
Los plásticos en los ecosistemas marinos
Los desechos plásticos suponen una amenaza contaminante para los mares y océanos, no solo para las especies que ahí conviven, sino también para el correcto funcionamiento de la cadena alimenticia e, incluso, en el caso del Mediterráneo, para la reputación de su pesca y turismo, ámbitos que son clave para la economía de numerosas comunidades locales. Así lo indica la investigadora de excelencia del área de Ecología de la Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales de la Universidad de Cádiz, Carmen Morales Caselles. A pesar de ocupar el 1% de la superficie marina del planeta, el Mediterráno acumula el 7% de los residuos globales con motivo de diversos factores, entre los que destacan la cercanía de la zona urbana a su franja costera o el ocio en la playa, explica la investigadora. Una vez que estos productos llegan a mares u océanos, pueden acumularse en su interior, permanecer en la superficie, ser ingeridos por la fauna marina o incluso localizarse en las zonas más profundas, donde ya se han encontrado a más de 10.000 metros de profundidad, en la expedición Five Depps.
En 2022, Carmen Morales realizó el primer mapa global de basura en los océanos, una armonización de información cuyo objetivo era sacar conclusiones acerca del estado en el que se encontraba esta problemática. Para su sorpresa, durante este estudio se encontraron objetos tan dispares en el mar como una lavadora, viales de sangre o globos de helio, además de otros sorprendentes elementos. Entre las implicaciones más destacables de este estudio, se evidencia la necesidad de interceptar esta basura antes de que se convierta en microplásticos, ya que, como indica la investigadora, “actualmente es imposible recuperarlos”.
Un informe que la Comisión Europea encargó a la consultoría EUNOMIA acerca de la fuente y destino de los plásticos en el ámbito marino, indica la siguiente procedencia:
- Más del 80% de los plásticos que llegan a los océanos provienen del medio terrestre, debido a la basura plástica, actividades de pesca o la emisión de microplásticos primarios.
- El 94% del plástico que entra a los océanos acaba en el fondo del mar.
- La cantidad estimada en las playas ronda los 2.000 kilogramos de plástico por kilómetro cuadrado.
La ONU, por su parte, alerta de una nueva fuente de entrada de residuos plásticos a los océanos mediante los productos de cosmética actuales. Añadidos intencionadamente, muchos cosméticos cuentan con microplásticos, cuyo objetivo es aportar textura, como el caso de los exfoliantes o desodorantes. Además de la problemática que rodea la posibilidad de que sean ingeridos, como el caso de un pintalabios con purpurina, también pueden ser arrastrados por el desagüe durante la ducha y llegar a los océanos.
Sin embargo, el grueso de la contaminación por microplásticos se encuentra en las partículas de microfibras mediante la fabricación, uso y lavado de ropa sintética, algo que supone un riesgo “preocupante para la biodiversidad marina”, según indica un comunicado de la Ocean Race Europe. Este informe apunta que el mar más contaminado de Europa es el Báltico, con una media de 230 partículas por metro cúbico, aunque el Mediterráneo no se queda atrás con 112 de media. Sin embargo, como explica esta investigación, el nivel más alto en una sola muestra se halló en el Mar de Alborán, frente a la provincia de Málaga, con 424 partículas por metro cúbico.
Su uso extendido y el aumento en su ritmo de producción hace que la ONU plantee titulares como Nuestro planeta se ahoga en un mar de plástico y que incluso determine que se trata de nuestra era geológica actual, la era del plástico, el Plasticoceno.
Una nueva era: el Plasticoceno
La era geológica actual ha sido designada por la ciencia como Antropoceno, una propuesta que sucedería al Holoceno con motivo del significativo impacto que el ser humano tiene en el medio ambiente. Sin embargo, según el informe Basura Plástica, hay expertos ecologistas que afirman que, dado el progresivo aumento de la producción de plásticos, el nombre que debería recibir el período terrestre en el que nos encontramos sería Plasticoceno. Tal es la influencia de este componente en la naturaleza que su presencia en el mar también ha dado lugar a un nuevo término: Platisfera, el nuevo hábitat microbiano.
El entorno marino plastificado ha sido denominado de esta manera con motivo de un nuevo escenario que diversos estudios han observado: las bacterias han comenzado a desarrollarse en grandes cantidades de plástico que permanece en mares y océanos. Uno de los puntos calientes más reconocidos en este sentido se trata de la Isla de Basura del Pacífico, una concentración de desechos con una extensión que una investigación publicada en la revista Nature compara con tres veces el tamaño de Francia.
A pesar de que esta mancha de basura fuera descubierta en 1997 por el oceanógrafo estadounidense Charles Moore, su evolución alarmante hace que en la actualidad esta isla ya cuente con alrededor de 80.000 toneladas de plástico. Para empeorar aún más esta alarmante situación, la investigación indica que los sistemas de circulación de corrientes oceánicas son los responsables de desmenuzar estos residuos -compuestos en un 99,9% por plásticos- y convertirlos en microplásticos. Para evitar que esto se siga produciendo son necesarias las limpiezas extensivas de basura en esta isla.
La precisión en los datos actuales se debe a la mejora de medios y tecnologías que permiten estudios más exhaustivos y una toma de decisiones más adecuada. Los resultados que se obtienen a raíz de estos trabajos son clave para establecer acciones individuales y colectivas, desde cada casa hasta los gobiernos de todo el mundo.
Reciclaje
La ONU avanzaba en su informe Nuestro planeta se ahoga en un mar de plástico que los gobiernos son agentes clave del cambio en la lucha contra la contaminación por plásticos, haciendo hincapié en la necesidad de eliminar aquellos productos de este material de un solo uso que no fueran necesarios.
Asimismo, la ONU establece otro tipo de acciones que gobiernos y empresas podrían llevar a cabo en esta línea. Este organismo propone un impulso a la innovación del diseño de los productos que contengan este componente, de manera que se permita su reutilización y que pueda mantenerse el mayor tiempo posible.
Sin embargo, sobre lo que más se hace hincapié en este informe es sobre las acciones sostenibles que de manera individual se pueden llevar a cabo diariamente, desde llevar nuestra propia taza de café al trabajo evitando así los vasos de plástico, hasta pedir a restaurantes cercanos que dejen de usar pajitas de este material contaminante, hacer compras sostenibles o usar ropa vintage que promueva la economía circular. La siguiente infografía muestra cómo es posible que el plástico se pueda convertir en prendas de vestir:
A pesar de que el camino sea largo, ya hay multinacionales que colaboran en esta lucha con simples acciones como la sustitución de las bolsas de plástico por unas de papel. Además de este tipo de acciones hay multitud de investigaciones en proceso que analizan las propiedades del plástico para ser utilizados como nuevos productos de valor. Es el caso de un estudio de ‘MAREA Plastic’ un proyecto liderado por investigadores de la Escuela de Ingenierías Industriales de la Universidad de Málaga (UMA). Su trabajo consiste en la creación de máquinas a partir de componentes reciclados, además de productos como maceteros o ceniceros y su idea es que en un futuro la ciudadanía pueda llevar sus desechos a este taller científico y obtener un producto nuevo y útil. Iniciativas como esta fomentan el aumento de la vida útil de un residuo plástico y conseguir que permanezcan más tiempo en la cadena productiva.
Sumergirse en el desconocido e invisible mundo de los microplásticos es un viaje sin retorno. Abrir los ojos a lo contaminante que pueden llegar a ser cada uno de estos diminutos elementos es darse cuenta de lo frágiles que pueden ser los ecosistemas de la Tierra si no los cuidamos. La adopción de medidas responsables es el mecanismo de acción necesario para proteger y preservar la biodiversidad y, por tanto, evitar las grandes consecuencias de estas pequeñas partículas.
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