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DE LA BODEGA A LA PIEL 


29 de octubre de 2008

Fuente: AndaluciaInvestiga.com – Tamara Velázquez

 

La empresa Skinwine lanza una línea cosmética de uso doméstico derivada de los restos de la vinificación. El Spa Club Jerez la aplica a nivel clínico desde hace un año.

 

¿Qué se hace con los restos de la vinificación? La empresa jerezana Skinwine ha propuesto una alternativa a su eliminación: utilizarlos para elaborar cosméticos. Esta compañía ha lanzado, recientemente, una línea de productos de belleza naturales derivada de los desechos que genera el proceso de elaboración y crianza del vino de Jerez. Para ello, han trabajado conjuntamente con el grupo Investigación químico-analítica del vino y productos vitivinícolas de la Universidad de Cádiz, que encabeza el catedrático Carmelo García Barroso.

“Cada resto posee una propiedad”, explica García Barroso, a lo que José Manuel Carbajo, consejero delegado de Skinwine y precursor de esta iniciativa, añade: “Poseen activos que coinciden con la tendencia cosmética actual y, además, su aplicación proporciona una sensación agradable”. Este estudio se ha desarrollado a lo largo de dos años durante los que el equipo de García Barroso ha caracterizado la materia prima  y ha comprobado su inocuidad y su eficacia. De este modo, han determinado que las pepitas de la uva contienen ácidos grasos omega 6 con propiedades hidratantes, muy aconsejables para realizar masajes, y que son ricas en epicatequina, un nutriente altamente antioxidante y muy presente en el cacao y algunos tés, frutas y vegetales.

Los turbios del vino se utilizan a modo de mascarillaEl ácido tartárico o alfa-hidroxiácido (AHA) es uno de los ingredientes esenciales en la cosmética regenerativa. Cuando la piel envejece, la renovación celular se ralentiza y esto provoca la hiperqueratinización cutánea, que no es más que la acumulación de células muertas en la piel, normalmente de tipo graso o acnéico, debida a la producción excesiva de queratina en las capas externas de la epidermis. El AHA es un subproducto del vino de color blanquecino cuya utilización confiere un aspecto más juvenil al rostro. Sus efectos se hacen visibles tras 2 o 3 semanas de aplicación.

Los hollejos, o pieles de la uva, pueden mejorar la apariencia, ya que con su trituración y posterior tamizado, entre 100 y 300 micras, se consigue un exfoliante capaz de limpiar la piel en profundidad.

Tras la fermentación del vino, en los barriles quedan unos restos sólidos conocidos como lías. “Se trata de los elementos de mayor interés para nuestro estudio”, explica Carbajo, porque “se caracterizan por su capacidad enzimática”. Las lías contienen oligosacarinas, pigmentos antioxidantes, ácido tartárico y ácidos grasos insaturados que la convierten en un activo antienvejecimiento perfecto. Los turbios y parafangos del vino se emplean como mascarillas y en la realización de masajes. Incluso las precipitaciones tartáricas, unos cristales de bitartrato potásico que se forman en las botellas de los caldos blancos y rosados al someterlas a bajas temperaturas antes de su estabilización, se filtran y se aprovechan en forma de mascarillas. Gracias a su elevado contenido en alfa-hidroxiácido regeneran las células de la piel.

La cosmética desarrollada incluye geles, tónicos, cremas y serum antiarrugas; exfoliantes, lociones y ungüentos de masaje. Previamente a su venta al público, durante un año, se ha aplicado a nivel clínico en el Spa Club de Jerez, una de las  visitas programadas dentro de la Ruta del vino y Brandy de Jerez. Cristóbal Corchado, presidente del Consejo de Administración de este centro, asegura que se han realizado «más de mil tratamientos» combinando distintos productos de la gama. “En función de las necesidades del usuario, los sometemos a programas de reafirmación, exfoliación o hidratación”, concluye.

La enoterapia, que utiliza el vino como base, es cada vez más popular en las regiones con tradición vitivinícola. Paralelamente a los estudios gaditanos, han surgido desde Francia tratamientos centrados en la aplicación externa  de la uva y el baño en vino tinto como terapia relajante y antienvejecimiento. El carácter innovador que imprime el caso jerezano es que la materia prima no es el propio vino, sino los residuos de la elaboración de caldos con uva blanca palomino.

Los brandys y los vinagres de vino también han sido objeto de estudio. Como resultado se han desarrollado un gel y un champú de vinagre. El producto para la higiene capilar es especialmente recomendable para pelo graso porque, además de proporcionar brillo y suavidad, retrasa la aparición de suciedad.

El grupo de investigación de Carmelo García Barroso estudia la posibilidad de ampliar las aplicaciones de los restos de la vinificación. Pretende emplearlos como complemento dietético introduciéndolos en la industria alimentaria como conservantes naturales pero “este proceso es más lento, se encuentra aún en una fase embrionaria”, aclara García Barroso.

 

 

Los turbios del vino se utilizan a modo de mascarilla

 

Más información:

 

Carmelo García Barroso

Tel.: 956 016 363/54

 

Email: carmelo.garcia@uca.es


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