La ‘estrella’ de diciembre
El cielo de diciembre de este año 2020 que está a punto de concluir ofrece un espectáculo parecido en el que los planetas Júpiter y Saturno vuelven a encontrarse. En concreto, hoy 21 de diciembre, la noche más larga del año, la visión de ambos será la de un único objeto celeste con Júpiter eclipsando casi totalmente a Saturno.
Fuente: Emilio J. Alfaro Navarro / Instituto de Astrofísica de Andalucía, CSIC. Centro Severo Ochoa.
De los cuatros evangelios canónicos solo el de Mateo nos habla de la adoración de los Magos de Oriente. No eran reyes, o por lo menos no se citan así, ni hay registro escrito de que fueran tres, aunque sí se afirma que fueron tres las ofrendas que llevaron al Pesebre.
Mateo señala que venían de Oriente, donde habían visto una ‘estrella’ que los había dirigido hacia Belén. La palabra ‘mago’ tenía en aquella época un significado más próximo a sabio que a su actual acepción del término y se desprende de estos versículos que conocían bien la bóveda celeste ya que podían distinguir una «señal» en el cielo y «seguirla»(1).
Si conocían la posición y movimiento de los cuerpos celestes y la interpretaban en términos de acontecimientos humanos no es de extrañar que fueran astrólogos medos ya que en esa tierra, situada a oriente de Judea, la observación de los astros y su interpretación en términos individuales, sociales y políticos gozaba de una larga tradición, como lo atestiguan las tablillas cuneiformes describiendo las posiciones de diferentes cuerpos celestes y fechadas unos mil años antes del nacimiento de Jesucristo.
Podríamos decir que hay toda una rama de la arqueoastronomía dedicada a dilucidar qué objeto celeste, qué «estrella», qué fenómeno astronómico guio a los Magos a Belén (2). Tenía que ser algo inusual pero plausible: un fenómeno transitorio cómo un cometa, el paso de un asteroide, una conjunción planetaria singular o la aparición de una nueva estrella en el cielo, una «stella nova» como Tycho Brahe llamó a la supernova de 15703.
El análisis comparativo de documentos históricos con el relato de los evangelios sitúa el nacimiento de Jesús unos años antes de nuestro año uno, entre -8 y -5 años dependiendo del autor, lo que limita la búsqueda de fenómenos astronómicos singulares a ese rango temporal.
Los mejores candidatos son dos: una nova aparecida en la constelación de Aquila en el año 5 AC y una triple conjunción planetaria entre Saturno y Júpiter, proyectada sobre Piscis, en el año 7 AC. Una conjunción no es más que un acercamiento aparente de dos o más astros sobre la bóveda celeste.
La distancia que consideramos es una distancia angular y no espacial, y desde la perspectiva histórica y el pensamiento mágico, su interpretación se basa en el simbolismo asociado a los astros involucrados y a la constelación del zodíaco (en la eclíptica) sobre la que se proyectan. En ese año los dos planetas se acercaron y se alejaron tres veces, con los encuentros en la constelación de Piscis.
Esta configuración era un regalo para los astrólogos. Piscis se asociaba a los judíos (y posteriormente al cristianismo) y Júpiter y Saturno son dos de los grandes dioses del panteón greco-romano que muestran aspectos contrapuestos. Su triple conjunción daba un juego increíble, sobre todo a los seguidores de Zoroastro que veían una representación animada de la lucha entre los representantes del bien y del mal. Pues bien, el cielo de diciembre de 2020 nos ofrece un espectáculo parecido, Júpiter y Saturno vuelven a encontrarse y el 21 de diciembre, la noche más larga del año, la visión de ambos será la de un único objeto celeste con Júpiter eclipsando casi totalmente a Saturno.
Los dos astros se encuentran cerca (angularmente) del Sol y por lo tanto su observación está limitada al crepúsculo y a las primeras horas de la noche dirigiendo nuestra vista en la dirección suroeste (ver Fig. 1).
La Vía Láctea domina el cielo de diciembre, lo cruza de este a oeste a principios de la noche cuando todavía es observable el denominado triángulo del verano formado por Vega, Deneb y Altair en las constelaciones de Lyra, Cygnus y Aquila, respectivamente. Muchos objetos del catálogo de Messier jalonan este cielo. Los localizados en, o próximos al semicírculo lechoso representan cúmulos estelares y regiones de formación estelar con apariencia nebular, mientras que algunas galaxias del Grupo Local pueden verse en la constelación de Andrómeda.
Si movemos nuestro reloj cuatro horas más tarde (ver Fig. 2) el panorama celeste cambia un poco, la Vía Láctea gira unos 30o y aparece por encima del horizonte la majestuosa constelación de Orion, el cazador, situada al sur de la Galaxia. Su fisonomía es claramente reconocible: un trapecio casi rectangular con dos supergigantes, una azul (Rigel) y otra roja (Betelgeuse) trazando una diagonal que abarca casi 18o en el cielo. En el centro se encuentra su famoso cinturón (4) que marca la posición de una de las regiones de formación estelar más fértil de la vecindad solar. Orión está en la dirección del anticentro galáctico, mirando hacia fuera de nuestra Galaxia, y da nombre a un brazo espiral espúreo en cuyo lado interno se localiza nuestro Sol.
El cielo de diciembre es siempre un espectáculo admirable, dominado por la Vía Láctea y con multitud de objetos de cielo profundo que hacen las delicias de los observadores de los astros, pero este año una conjunción de Saturno y Júpiter, tan cercana que se eclipsan uno a otro, agrega un nuevo acicate a su contemplación. Aunque solo sea por Navidad dejemos correr nuestra ilusión y deseemos que Júpiter vuelva a vencer y a derrocar a su padre, Saturno, y un tiempo de paz y justicia nos acompañe en 2021.
Notas:
1 Los medos seguían la religión de Zoroastro y los miembros de una de sus sectas se denominaban los magos.
2 Mark Kidger, astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) tiene varias obras dedicadas a analizar la efemérides y naturaleza de la estrella de Belén. Obviamente, bajo la hipótesis de que fue un fenómeno natural y por tanto capaz de ser estudiado bajo la óptica de la astronomía y la historia. Parte de su trabajo puede verse en http://www.observadores-cometas.com
3 La palabra nova nombra, hoy día, a toda una clase de objetos celestes que aumentan su brillo de forma considerable en un corto espacio de tiempo, decayendo posteriormente de una forma más lenta. Novas, supernovas, hipernovas y giganovas derivan su nombre de la «stella nova» de Tycho, aunque los mecanismos físicos que dan lugar al aumento súbito de brillo son diferentes en cada caso.
4 Nadie que haya visto Men in Black podrá olvidar el cinturón de Orión, aunque jamás haya mirado al cielo.
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