Olas de calor, incendios y sequía: las consecuencias del calentamiento global
La llegada de la temporada estival trae consigo un aumento de las temperaturas notable, sin embargo, cada vez es más común experimentar olas de calor más extremas y prolongadas que hacen indicar que la excepción se está convirtiendo en norma. El cambio climático es el responsable de graves consecuencias meteorológicas como las sequías, los incendios forestales o las recurrentes olas de calor.
Fuente: Fundación Descubre
La crisis climática es el resultado de un aumento de la temperatura atmosférica como consecuencia, principalmente, de la acción humana en el planeta. A pesar de que muchos de los efectos de este proceso sean irreversibles, tal y como indica la ONU, todavía es responsabilidad del ser humano definir la gravedad de estos impactos meteorológicos en el futuro, con medidas como la reducción de las emisiones globales a la mitad de cara a 2030, o la consecución de las cero emisiones de gases de efecto invernadero para conseguir detener el aumento de temperaturas.
A pesar de la inquietud que genera el calentamiento global actual, la paleoclimatología ha demostrado que esta evolución no es solo algo propio de estos últimos años, el clima de la Tierra ha experimentado variaciones históricas, sin embargo, es el ritmo actual lo que más preocupa a los expertos. Es la razón por la que organismos medioambientales de todo el mundo luchan diariamente por buscar soluciones contrarreloj a este proceso, aplicando medidas globales y motivando a la población a colaborar con el medio ambiente y así no llegar a un “punto de inflexión”, como lo denomina la climatóloga Friederike Otto, es decir, cuando parte del sistema climático de la Tierra sufra un cambio abrupto definitivo.
Son bastantes las medidas que se han tomado para reducir las consecuencias del impacto humano en el medio ambiente. Sin embargo, el último informe de marzo de 2023 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio Climático (IPCC) insiste la necesidad de tomar medidas más ambiciosas: “El ritmo y la escala de las medidas adoptadas hasta el momento, así como de los planes actuales, son insuficientes para hacer frente al cambio climático”, explica el informe del IPCC.
El uso irrespetuoso del planeta, con actividades negativas como un uso insostenible de la energía o la quema de combustibles fósiles, han dado como resultado un aumento global de 1,1 grados por encima de los niveles preindustriales, tal y como indica el IPCC, provocando fenómenos meteorológicos extremos, claves en el riesgo de la salud de las personas y ecosistemas de todo el mundo. Para conocer este fenómeno en su totalidad, es necesario visibilizar varios conceptos que conforman las consecuencias de esta problemática meteorológica.
¿Qué es una ola de calor?
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) las define como “episodios de temperaturas anormalmente altas que se mantienen durante varios días y afectan a una parte importante de nuestra geografía”. Este fenómeno no es percibido de la misma manera en todas las zonas de un país. Por ejemplo, en Sevilla, una semana veraniega con temperaturas rondando los 38 grados puede ser común. Sin embargo, en Vigo sí podría considerarse un periodo de ola de calor. El cambio climático no es el responsable de que sucedan, es un fenómeno común durante el verano, pero sí provoca que lleguen antes de lo previsto, y que su frecuencia, intensidad y duración se vean incrementadas, así lo indica la AEMET.
Por lo tanto, según este organismo, deben ser estudiadas sobre la base de cuatro valores: su duración, el número de provincias afectadas, su temperatura máxima y su anomalía. Las ciudades y núcleos urbanos suelen ser las zonas donde más se perciben estos fenómenos, debido a parámetros como la presencia de suelo asfaltado, los numerosos edificios que dificultan el paso del aire o la contaminación que provocan los vehículos, es lo que se considera la “isla de calor urbana”. Sin duda, la temporada del año donde más olas de calor se producen es la comprendida entre los meses de junio y agosto.
Entre las causas de su aparición, destaca la formación de masas de aire cálido que llegan desde otro continente y permanecen durante un periodo prolongado. En España, una de las más comunes es la provocada por el Sahara, una entrada de aire africano compuesto, además, por partículas de polvo desértico en suspensión, dando como resultado una situación de calima sofocante propia de la aridez de nuestro continente vecino.
Una de las consecuencias de la prolongación en el tiempo y, en general, del cambio climático, es el alargamiento de la temporada de incendios. Las primaveras demasiado cálidas dan como resultado que las brigadas de bomberos de diferentes comunidades autónomas adelanten las campañas de extinción y refuercen su equipo con motivo de la desestacionalización que indica el artículo Grandes incendios forestales en España y alteraciones de su régimen en las últimas décadas tras estudiar grandes incendios desde 1961 hasta 2019. Julio, agosto y septiembre ya no son los únicos meses preocupantes en este sentido.
Los incendios forestales y su desestacionalización
El cambio climático alarga la temporada de incendios forestales, aquellos que se dan cuando el fuego se extiende descontroladamente sobre un terreno forestal, afectando peligrosamente a la vegetación y a los ecosistemas de la zona. Cada verano, la geografía española experimenta nuevos incendios que acaban con hectáreas de vida, tanto de flora como de fauna. En España, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, se producen más de 13.000 incendios forestales al año que afectan a una superficie aproximada de 100.000 hectáreas, causados, principalmente, por la actividad humana. Sin embargo, cada año es más común observar incendios fuera de temporada, de hecho, el primero de 2023 consumió más de 500 hectáreas y dio comienzo a finales de marzo en la zona de Teruel y Castellón. El fomento de la gestión forestal y las inversiones en este campo son esenciales según los expertos. Herramientas como el fuego prescrito o el pastoreo controlado, además de la formación en este sentido de la población rural que vive en este medio, pueden facilitar el camino a la convivencia con la nueva realidad que plantean los megaincendios, aquellos caracterizados por su gran peligrosidad para el clima y las personas.
El Ministerio de Agricultura y Pesca elaboró en 2015 su último informe decenal sobre las cinco principales razones por las que se originan este tipo de incendios:
- Rayos: la principal causa de incendios naturales en el mundo. Su propagación es muy rápida y la liberación de carbono a la atmósfera es muy perjudicial para la crisis climática.
- Negligencias y accidentes: entre las que destacan las quemas agrícolas y ganaderas, hogueras, barbacoas, trabajos forestales o fumadores.
- Causas intencionadas: aquellas relacionadas con la caza, pesca, propiedad o consecución de beneficio económico como su uso a modo de venganza.
- Causas desconocidas.
- Reproducciones de incendios anteriores.
A pesar de este control, tan solo se logra conocer la persona responsable en un 17% de las ocasiones, lo que impide que se puedan llevar a cabo procedimientos judiciales para sancionar el delito. En el 52,70% de los casos, los incendios son intencionados y el rayo, el único origen natural de la lista, tan solo se da en el 4,92% de las situaciones. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) prevé un aumento del 50% en el peligro por su aparición de cara a 2100, empeorando el escenario futuro de desertificación mundial.
Control y prevención de incendios en España
La AEMET cuenta con una estadística de índice meteorológico de riesgo de incendios, valores estadísticos mensuales y anuales que recogen datos útiles para los gestores de la lucha contra incendios, para, de esta manera, diagnosticar las zonas más proclives a sufrir este problema y, que en la medida de lo posible, puedan ser evitados. Este mapa cuenta con una previsión de siete días posteriores a su búsqueda. Asimismo, el Ministerio recoge, desde 1968 información sobre todos los incendios forestales que suceden en el país, una de las estadísticas más completas del mundo, con más de 590.000 registros donde se incluyen sus causas, tipos de fuego, medios de extinción o valores afectados, entre otros factores. Gracias a este análisis, se planifican y ejecutan tareas de prevención y programas rurales. Una de las herramientas de prevención más destacadas es el pastoreo como herramienta para evitar los incendios forestales. La Red de Áreas Pasto-Cortafuegos de Andalucía (RAPCA) desarrolla un programa de selvicultura dedicado a impedir este tipo de incendios mediante un manejo controlado del ganado gracias a la figura experta del pastor o ganadero. De esta manera, se consigue una disminución del combustible vegetal, clave en este proceso cortafuego.
Según un estudio dirigido por el Hydro-Climate Extremes Lab (H-CEL) de la Universidad de Gante (Bélgica) publicado en la revista Nature, los incendios no son los únicos fenómenos con capacidad de propagación, la sequía también puede hacerlo, de hecho, hasta un 30% de la ausencia de lluvias podría ser provocado por lo que denominan como autopropagación de la sequía. Es la primera vez que científicos demuestran la posibilidad de su propagación como si de fuego se tratara, gracias al estudio de las 40 sequías más recientes en el mundo. La razón se basaría en su desplazamiento, creando déficits de lluvias que provocan áreas de suelo seco a favor del viento debido a la reducción de la evaporación de la humedad del suelo. La ONU califica a las sequías como la próxima pandemia.
Las sequías, cada vez más comunes
La situación geográfica de España hace que las sequías sean históricamente habituales, de hecho, en los sistemas mediterráneos es común ver árboles acostumbrados a periodos de sequía gracias a mecanismos propios de ahorro de agua. Sin embargo, se están experimentando alteraciones en este proceso con motivo del cambio climático: los períodos secos están siendo más usuales con el paso de los años, además de más largos, a lo que se une un uso mayor de los recursos hídricos. Las consecuencias del déficit de lluvia se manifiestan en escalas temporales, desde el descenso de la humedad terrestre hasta la disminución del caudal de los ríos y el nivel de agua de los acuíferos, un escenario cada vez más común desde 1990.
En los últimos años se han llevado a cabo políticas de restricciones en algunas zonas del mundo debido a su escaso alcance hídrico, como la que se vivió en Italia en el verano de 2022, con drásticas medidas en la ciudad de Verona, donde se impidió durante un tiempo, incluso, regar jardines o llenar piscinas. Al igual que se adoptan medidas sociales como mecanismo de ahorro de agua, la naturaleza cuenta con sus propias herramientas para la supervivencia del suelo forestal en periodos secos. El suelo de los bosques mediterráneos retiene el agua de las lluvias de meses húmedos de otoño y primavera para poder contar con ella durante períodos más de sequía, beneficiándose especialmente en este proceso los árboles con suelos más profundos. Si los bosques, los pulmones del planeta gracias a su absorción de CO2 y liberación de oxígeno, no cuentan con agua para realizar la fotosíntesis, pueden morir en el proceso por embolia.
El nuevo escenario climático de escasez de agua obliga a los países a adaptar su uso de estos recursos a la disponibilidad ya que se prevé un descenso generalizado en situaciones de normalidad, de hecho, el investigador del Observatorio de la Sequía de la Universidad Pablo de Olavide, Jesús Vargas Molina, ya indicaba en abril de 2023 que había llovido un 75% menos que la media de los últimos diez años. A esto habría que unirle la subida de temperaturas, lo que aumenta la evaporación del agua. Sin embargo, al igual que ocurría con las olas de calor, España no vive del mismo modo la sequía en toda su geografía, ya que en el norte peninsular hay puntos como Cantabria que no han sufrido esta problemática de una manera tan intensa como en el sur. Lo mismo ocurre en distintos puntos del mundo cuyos efectos son muy diferentes, tanto por su clima como por su vulnerabilidad y adaptación a este tipo de situaciones, tal y como indica el científico.
La disminución de la capacidad productiva de los suelos, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de precios de los alimentos o el desabastecimiento agrario son otras de las consecuencias de una sequía prolongada.
La AEMET lleva a cabo una vigilancia exhaustiva de la sequía meteorológica gracias a sus informes anuales hidrológicos.
La naturaleza no es la única que sufre las consecuencias de las altas temperaturas y el calentamiento global, al ser humano se le pueden dificultar sus tareas fisiológicas habituales como respuesta a una temperatura corporal elevada. La persistencia de la misma, la costumbre individual o la intensidad son factores que influyen en cómo afecta el calor extremo en cada individuo.
¿Qué consecuencias tienen las temperaturas extremas en la salud?
El ser humano es un animal homeotermo, es decir, es capaz de mantener su temperatura interior constante, sin embargo, cuanto más altas son las temperaturas, más difícil es llevar a cabo este proceso, provocando consecuencias como la deshidratación, golpes de calor, quemaduras… Según un reciente estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona, más del 4% de las muertes producidas en ciudades durante los meses de verano son a consecuencia de las altas temperaturas. Este mismo estudio confirma la necesidad de plantar árboles en ciudades como método de atenuación de la sensación térmica en los periodos extremadamente calurosos y para reducir los impactos del cambio climático.
La AEMET, consciente de esta problemática, activó en 2004 el Plan Nacional de actuaciones Preventivas de los Efectos de los Excesos de Temperaturas sobre la Salud, una iniciativa que se activa y actualiza cada verano con el objetivo de reducir el impacto de las olas de calor extremas sobre la salud de la población. Este plan tiene numerosos objetivos entre los que destaca la coordinación con administraciones y entidades competentes, la identificación de grupos de riesgos, desarrollo de sistemas de información ambiental y medidas de prevención, entre otros.
Uno de los efectos más perjudiciales para el organismo humano es la pérdida de líquidos, agua y sales, elementos indispensables para el correcto funcionamiento del cuerpo humano. A partir de ahí, se hace más complicado que la sudoración pueda regular la temperatura, situación incluso peor en personas con enfermedades crónicas o sometidas a tratamientos médicos. Una exposición prolongada al sol (30-60 minutos) durante los meses comprendidos entre junio y agosto puede provocar golpes de calor o insolaciones cuyos síntomas son:
- Sudoración excesiva
- Respiración rápida
- Pulso acelerado
- Fiebre
- Náuseas y vómitos
Además de tener efectos perjudiciales sobre la salud humana, batir récords en materia meteorológica tiene efectos perjudiciales en la economía y el medio ambiente. El impacto del calentamiento global en la vida humana ya está haciéndose notar. Si el ritmo actual continúa, ya no se habrá alcanzado 1,1 grados más de temperatura global, sino 1,5 grados entre 2030 y 2052, según el IPCC. El Ártico es una de las zonas que más preocupan a los expertos, puesto que el calentamiento de este lugar supera el promedio medio anual, llegando, incluso a ser el doble y triple. El deshielo del Ártico con motivo de las altas temperaturas ya está experimentando consecuencias, de hecho, según Greenpeace, el grosor del hielo ha disminuido un 40% en los últimos 30 años, algo que afectará a sistemas climáticos de todo el mundo, especialmente con motivo del aumento del nivel del mar, con 19 centímetros más desde 1901.
Las consecuencias del cambio climático afectan a todo el planeta. Proteger el medio ambiente no solo depende de las políticas climáticas como el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. En este sentido, colaborar individualmente en mantener la sostenibilidad global es crucial para enfrentarnos a los desafíos ambientales actuales. La educación ambiental conlleva descubrir que cada paso cuenta y que nuestros actos tienen repercusión en la conservación de la naturaleza y de los recursos, por ello, una sensibilización temprana influirá en la actitud futura.
Algunas acciones que se pueden tomar en el día a día pasan por rutinas sencillas como:
- Apagar las luces que no sean necesarias: contribuye, no solo a la reducción de la contaminación lumínica, sino que promueve el ahorro de energía y la disminución de emisiones contaminantes. Gestos simbólicos como ‘La hora del Planeta’, donde se apagan las luces de edificios y monumentos mundiales emblemáticos, tienen como objetivo crear conciencia.
- Reutilizar aquello que pueda tener más de una vida: colaborando en la economía circular: mejora la seguridad del suministro de materias primas, preserva los recursos naturales, promueve una gestión eficiente de los recursos…
- Cerrar el grifo mientras no sea necesario: Llenar una bañera puede consumir, al menos, 200 litros de agua y en una ducha de cinco minutos se emplea la mitad. Asimismo, acciones como cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes conseguirá que utilicemos un 70% menos de agua.
- Utilizar el transporte público: la sostenibilidad en el transporte reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y disminuye nuestra huella de carbono.
- Participar en iniciativas medioambientales: ya sea mediante aportaciones económicas o actuaciones en proyectos públicos o privados que lleven a cabo acciones ciudadanas que contribuyan a la mejora del medio ambiente. Esto hará que compensemos nuestras emisiones de forma voluntaria para ser parte activa de la sostenibilidad.
El foco del cambio se sitúa en la concienciación como arma de conservación y equilibrio. Ser consciente de que nuestros actos tienen una respuesta negativa en el medio ambiente es una herramienta clave para dar el paso a una vida comprometida con los recursos. La influencia humana es, según el IPCC, la responsable del 90% del calentamiento global y la misma influencia humana es la que tiene la capacidad de mitigar estas consecuencias.
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